Mi hijo, ese varón que tanto pedí. Ese que amé desde antes de concebirlo. Que en mis entrañas le cantaba y hablaba sin cesar.
Te amo desde tu primer latido. Cuando tus manitas rozaron mi piel por primera vez sentí que yo tocaba el mismo cielo.
Has sido y sigues siendo fuente inagotable de amor y alegría en mi vida.
Tu amplia sonrisa ilumina mi existir. Amo nuestras profundas conversaciones. Tu pensamiento crítico. Tu sed de saber y tu afán por trascender. Me encanta lo cariñoso que eres. Sin importar donde y con quien estés siempre me besas y abrazas. Me derrito cuando me ves a lo lejos y me picas un ojito o me tiras un beso.
No imaginas lo que valoro que cada dia sin falta me preguntas cómo estoy. ¿Qué tal mi día? Y que te tumbes a mi lado aún sea por un minuto.
No hay gozo más grande que verte saludable e inmensamente feliz. Es que cuando veo en el hombre que te has convertido, lleno de sueños con un alma tan hermosa me quedó sin aliento.
Me encanta cocinarte lo que te gusta, conversar contigo, escucharte, acompañarte, compartir nuestros viajes en carretera juntos, verte bailar, reír y dibujar.
No se como aún no te he “gastado” de tantos besos que te doy. Te confieso que desde que naciste hasta la fecha mientras duermes me aproximo a tu oído y te susurro “Te Amo mi Hijo”. Se que muy pronto ya no estarás a mi lado. Solo espero que donde sea que estés en tus sueños puedas escucharme diciéndote cuanto te amo.
Ayer recién nacido. Hoy con 16 y mañana con 100 por siempre te amaré ya sea en este plano terrenal o en el celestial.
Foto: Mi hijo Diego